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TEORÍA DEL DECRECIMIENTO


El decrecimiento es una corriente de pensamiento político, económico y social favorable a la disminución regular controlada de la producción económica, con el objetivo de establecer una nueva relación de equilibrio entre el ser humano y la naturaleza, pero también entre los propios seres humanos.
En palabras de Serge Latouche:

“La consigna del decrecimiento tiene como meta, sobre todo, insistir fuertemente en abandonar el objetivo del crecimiento por el crecimiento, […] En todo rigor, convendría más hablar de “acrecimiento”, tal como hablamos de “ateísmo””.

Por ello también se suelen denominar “objetores de crecimiento”.

Las personas partidarias del decrecimiento proponen una disminución del consumo y la producción controlada y racional, permitiendo respetar el clima, los ecosistemas y los propios seres humanos. Esta transición se realizaría mediante la aplicación de principios más adecuados a una situación de recursos limitados: escala reducida, relocalización, eficiencia, cooperación, autoproducción (e intercambio), durabilidad y sobriedad. En definitiva, y tomando asimismo como base la simplicidad voluntaria, buscan reconsiderar los conceptos de poder adquisitivo y nivel de vida.

Quienes defienden el decrecimiento argumentan que no se debe pensar en el concepto como algo negativo, sino muy al contrario: «cuando un río se desborda, todos deseamos que decrezca para que las aguas vuelvan a su cauce».

Las personas decrecentistas suelen ver sus aspiraciones como un camino a seguir más que una meta a cumplir, es decir, suelen fijar un decrecimiento de los ritmos de consumo energético y material hasta un nivel que se acople a la velocidad natural de gestión de residuos y producción de recursos para posteriormente continuar con una etapa acrecentista que permita que las personas cubran sus necesidades básicas.

Así pues, redefinen el significado del término sostenibilidad y calidad de vida:
  • Calidad de vida no es aquello que está ligado al aumento de consumo de recursos. 
  • La sostenibilidad no es sólo cuestión de ecoeficiencia sino de suficiencia humana (simplicidad voluntaria y frugalidad). 
  • Únicamente la calidad de vida se asocia a la satisfacción de las necesidades humanas básicas: subsistencia, protección, afecto, entendimiento, identidad, libertad, ocio, participación y creación.
En contraposición al abuso que hace el modelo capitalista del prefijo “hiper-”, que denota sobrexplotación, exceso o exageración, como “hiperactividad”, “hiperdesarrollo”, “hiperproducción”, “hiperabundancia”, etc.; Serge Latouche propone un sistema de soluciones bajo el prefijo “re-”, que denota repetición o retroceso, a los que ha nombrado como los pilares del decrecimiento o el modelo de las “8 R”:
  • Revaluar: Se trata de sustituir los valores globales, individualistas y consumistas por valores locales, de cooperación y humanistas. 
  • Reconceptualizar: Encaminado sobre todo a la nueva visión que se propone del estilo de vida, calidad de vida, suficiencia y simplicidad voluntaria ya mencionadas. 
  • Reestructurar: Adaptar el aparato de producción y las relaciones sociales en función de la nueva escala de valores, como por ejemplo, combinar ecoeficiencia y simplicidad voluntaria. 
  • Relocalizar: Es un llamamiento a la autosuficiencia local con fines de satisfacer las necesidades prioritarias disminuyendo el consumo en transporte. 
  • Redistribuir: Con respecto al reparto de la riqueza, sobre todo en las relaciones entre el norte y el sur. 
  • Reducir: Con respecto al cambio del estilo de vida consumista al estilo de vida sencilla y todas las implicaciones que esto conlleva. 
  • Reutilizar y Reciclar: Se trata de alargar el tiempo de vida de los productos para evitar el consumo y el despilfarro.
El decrecimiento se opone tanto a la economía liberal y productivista como a la noción de desarrollo sostenible. Desarrollo y sostenibilidad serían, hoy por hoy, incompatibles. Todo el planeta aspira a alcanzar los niveles de vida occidentales (con el 20 % de la población del planeta consumiendo el 85% de los recursos naturales). Por lo tanto el desarrollo no podrá ser sostenible. En el mismo orden de ideas, Latouche crítica el término de desarrollo sostenible, que considera simultáneamente oxímoron y pleonasmo, es decir, o es desarrollo o es sostenible pero no los dos.

Según muchas personas ecologistas, el desarrollo sostenible ha pasado a convertirse en un argumento que utilizan los gobiernos y las propias multinacionales para demostrar que tienen en cuenta los efectos medioambientales a la hora de tomar decisiones, de forma que se ha transformado en la máscara para aparentar un respeto inexistente, o al menos insuficiente (como por ejemplo el Protocolo de Kyoto) con el entorno. A pesar de su postura no radicalmente pro-decrecimiento, para Mari Carmen Gallastegui (premio Euskadi de Investigación 2005), aunque la concepción original de sostenibilidad tuvo la virtud de enviar el mensaje de preservación del medio ambiente y la cohesión social, apunta que ahora se le pone el adjetivo sostenible a absolutamente a todo y, al final, no significa nada.

El concepto de «decrecimiento» nace como contestación al concepto de crecimiento económico y su herramienta principal de medida: el PIB. Como ya se menciona, sus defensores opinan que el PIB no es una medida correcta para evaluar el crecimiento de una sociedad, pues tan solo tiene en cuenta el aumento de la producción y la venta de bienes y servicios sin tener en cuenta el bienestar, la salud de los ecosistemas y los desequilibrios climáticos. Así, esta ideología prefiere emplear otros índices de desarrollo alternativos como el Indicador de Desarrollo Humano, el Índice de Desempeño Ambiental o la Huella ecológica.

Si te quedas con ganas de profundizar en el decrecimiento, te recomendamos la wikipedia

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